En el Monte Sacro, Roma Italia, un 15 de agosto de 1805, a dos años del fallecimiento de su esposa María Teresa Rodríguez del Toro, con una infancia sin madre y padre. Se preparaba el Libertador Simón Bolívar a sus 22 años, para ingresar a la historia y emprender una de las hazañas más grande del mundo.
Con su maestro, amigo y orientador Don Simón Rodríguez, se encontró en Viena, Austria, sin tener alivio a su pena, debido a la prematura muerte de su cónyuge. El reencuentro sirvió para que el Libertador se dedicara en cuerpo y alma a la liberación de parte de América Latina. De allí germina el juramento del Monte Sacro.
Juro delante de usted juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor, y juro por la Patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español.
Como se citó, el destino del libertador estaba ligado a la libertad de Hispanoamérica y quizás sin saberlo al de su Patria Venezuela. Cumplió su juramento en su país y demás naciones latinoamericanas. Está vivo el mensaje, gracias a ese juramento seguimos siendo libres y soberanos.
“Dejaba de existir el aristocrático heredero de la familia Bolívar, y nacía el guerrero profundo de la visión futurista. En concreto, nacía el Libertador”, Nicolás Maduro Moros. (Prensa Ipasme/ Gustavo Tovar Mijares / Foto / Archivo).