Escrito por: Nelson Pineda Prada
Desde hace unos cuantos años viene seduciéndonos la idea de encontrarle respuesta al por qué los conceptos y categorías que tienen su origen en la palabra pueblo, o hacen referencia al pueblo, así como las acciones sociales, políticas, económicas y culturales emprendidas por él, han sido sometidas a un alto grado de estigmatización las cuales son utilizadas para descalificar, desmeritar, condenar, desacreditar, cuestionar a una persona o a un grupo de ellas, a organizaciones políticas, sociales, económicas o culturales.
De igual manera, nos ha llamado la atención el por qué la palabra pueblo, como concepto o categoría de análisis, ha –prácticamente- desaparecido en el vocabulario del análisis de los sistemas sociales, económicos, políticos y culturales. Preocupaciones estas que, algunos piensan, ya la ciencia social ha dilucidado, pero que, a nosotros, nos parece hoy tienen la mayor de las pertinencias, sobre todo, a la luz de los cambios que vienen produciéndose en la teoría social, así como también por las nuevas formas de organización social que vienen emergiendo de manera global, y que se están produciendo en el continente latinoamericano.
El análisis de la formación del pueblo venezolano, entendido como proceso histórico, debe realizarse superando toda suerte de estigmatización del mismo; debe trascender todo determinismo y reduccionismo conceptual, para que pueda ser entendido de manera desmitificada; debe realizarse sin temerle a la rigurosa coherencia lógica.
En razón de ello, hemos venido revisando la estructuración del pueblo venezolano a partir de su sincretismo étnico y cultural, ese carácter mestizo que lo identifica, cuyo estudio no es posible si no se hace a partir de una real comprensión de la manera como se produjo la unificación étnica, la conformación de los rasgos psicológicos que caracterizan a nuestros pueblos, los cuales le dieron el carácter nacional que como pueblo tenemos.
Horadar en lo más profundo del ethos cultural venezolano, de su formación de pueblo, nos permitirá encontrar los rasgos que le han caracterizado a lo largo del proceso histórico de la formación social venezolana, proceso que no puede ser percibido como momentos estancos, sino en el marco de una continuidad que tiene diversos momentos. Estudiar, entonces, al venezolano como sujeto social que ha labrado su propia historia, nos permitirá comprenderlo como un pueblo que actúa, que padece y siente, que se propone alcanzar metas y logros, que ve las expectativas que le genera la vida de manera dialéctica. De allí, su permanente inconformidad con lo alcanzado; de allí, su eclecticismo; de allí, en resumidas cuentas, su pasión por la lucha, su instinto guerrero.
Proceso sociohistórico que no se inicia con la llegada del conquistador ibérico, En tal sentido, debemos tener presente que, la formación social venezolana se gestó y desarrolló como un proceso complejo. En el cual la presencia de nuestros pueblos originarios no puede ser obviada, invisibilizada, como la historia occidental lo ha hecho. Y una segunda fase comprendida por el proceso de implantación de una cultura distinta a la existente, proceso sociohistórico en el cual pueden advertirse, al menos dos contextos esenciales, el contexto colonial y el contexto determinado por la articulación con el sistema capitalista internacional”.
Comprender dicho proceso nos parece fundamental para saber que somos, y que queremos ser. Ello es, a nuestro parecer, un requisito fundamental para la construcción de la Venezuela Socialista y en el marco de conmemorar un aniversario más del natalicio de nuestro Comandante Presidente Hugo Rafael Chávez Frías, necesario es decir que gracias a su empeño recuperamos nuestro sentido de identidad.