Escrito por: Gustavo Tovar Mijares
El “Por ahora” del Comandante Supremo de la Revolución, Hugo Chávez, retumbó en nuestros oídos como un martillazo aquel 4 de febrero de 1992. Nuestra izquierda, que nunca salió del histórico 1%, ya tenía un verdadero líder, aunque varios se negaron a reconocerlo, ese era el hombre que estábamos esperando.
El 3 de febrero de ese año, aniversario del natalicio del Gran Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre (trabajaba en el diario El Nacional), había pedido el día libre, estaba recién mudado y mi pareja en estado pre natal. El 4F, al levantarse mi compañerapara ir a sus labores me comenta: “Salimos de Guatemala y nos metimos en Guatepeor, anoche eso fue plomo y plomo”.
No quise decirle que en el periódico se corría el rumor de un levantamiento militar. Antes del medio día se apareció con su barriga de 6 meses y me dijo: “No pude pasar de la avenida Baralt, hay un golpe militar. Para dónde vas, no hay transporte”. Le conteste que mi día libre ya había pasado. Bajé parte de la Baralt a pie, llegando a la esquina de Balconcito me pararon un grupo de militares,devolviéndome, ni el carnet de El Nacional me salvo. Pensé irme a la parroquia San Agustín, donde me crie en plena guerrilla urbana de los años 60, o a la parroquia La Vega, en la cual había residido hasta unos días antes.
Nada de eso se dio, me frenó la barriga de los 6 meses de mi esposa. Ella, daría a luz a mi tercera hija tres meses después. Pero Venezuela, aquel 4 de febrero estaba asistiendo sin saberlo a otro tipo de alumbramiento, al parto de una nueva historia de la mano del comandante Hugo Chávez Frías, esa en la cual nos mantenemos todavía, por la cual seguiremos andando a pesar de todos los enemigos de nuestra patria.